GERARDO F. LLANA

  • Gerardo Fdez. Llana
  • Gerardo Fdez. Llana

MI CARA B

Al igual que Woody Allen, yo también nací a muy corta edad. En mi caso, en Bilbao. Y en parecidas circunstancias a Gila, lo hice también solo, en casa, mientras mi madre se ausentó unos minutos para hacer los recados.

Ahí se acaban mis coincidencias vitales con este par de genios.

El resto de mi biografía es la de un chico de barrio, literalmente de clase trabajadora, venido a más por la persecución del manido sueño de convertirse en corresponsal de guerra o cronista deportivo. Pero ni rastro en este currículo de esa habitual retahíla de oficios iniciáticos (repartir periódicos o pizzas a domicilio, trajinar mudanzas, vender seguros de deceso...) que preceden al triunfo de los héroes americanos, según las biografías fabricadas a posteriori por sus gabinetes de prensa.

Mi trayecto, al contrario de estos self made man, ha sido mucho más cómodo y convencional: no pegué palo al agua hasta que no me licencié en la universidad, sin medalla de guerra alguna ni cum laudes de ninguna clase. Y desde entonces hasta hoy, más de tres décadas después, he ido pintando un cuadro vital que, con sus pinceladas de heterodoxia evolutiva, ha ido quedando sin excesivas disonancias cromáticas y abrillantado por el paso de todo tipo de estaciones y apeaderos profesionales y laborales intermedios.

Así, a bote pronto, haciendo un apresurado balance, diría que, con sus buenos y malos momentos, el conjunto de este machadiano camino recorrido está resultando divertido y muy instructivo. Y además, como propina, me ha procurado comida, bebida, diversión, techo y lo suficiente para ir cancelando las hipotecas contraidas. Vamos, que, dadas las circunstancias críticas del mundo de hoy, soy un ser afortunado (aunque no tanto como para haber podido alcanzar el sueño pequeño-burgués de la segunda vivienda en la playa; ni falta que hace).

Y aquí sigo, espero que aún con mucho camino por delante (que recorro y disfruto sin las angustias de antaño), dándole vueltas a nuevas ideas y abierto a nuevas reinvenciones profesionales. En medio de una transición personal y social en la que, como dijo Gramsci sobre otros tiempos, lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer, boceto -aunque con trazos aún demasiado inconcretos- retos personales en actividades como el periodismo, el turismo, el coworking... y hasta en la industria de la muerte, literalmente un nicho de negocio escasamente inexplorado -al menos, en lo relativo al más acá- por el antinatural e incomprensible mal rollo que desprende el tema.